El rio Guayas fluye frente a mi apartamento en Guayaquil y muchos días me levanto viendo el transporte fluvial que circula río abajo, muchas veces a otras áreas del río, pero también hacía el océano.  Siempre me ha parecido entrañable la navegación por río, así que me propuse intentar hacer un pequeño viaje hasta su desembocadura, donde se halla la Isla Puná, la tercera en tamaño de Ecuador, con más de 900 km2 .

 

 

 

 

 

 

 

 

Y para empezar a planificar mi pequeño viaje, comencé a recabar información, se trataba de bajar por el río, preferentemente con un barco no turístico, tranquilo y disfrutando del paisaje, quizás compartiendo unas cervezas con la tripulacion mientras me enteraba de la vida y costumbres locales, hasta terminar en Isla Puná y pasar el día en su población principal, aunque estaba más interesado, como siempre en aspectos de la naturaleza, sus playas, costas, fauna, etc..

Coincidiendo con mis pesquisas un querido amigo local me invitó a una comida habitual que organizan con algunos compañeros de lo más variopinto,  todos ellos conocedores de Ecuador y algunos con actividad camaronera, que en parte utiliza el río como autopista de distribución de su producción, era perfecto para informarme de las posibilidades y alternativas para ir a la Isla y también para conocer que podría hacer una vez en ella.

Pues, como se dice en España, “mi gozo en un pozo”, cierto que fueron todos muy amables con su predisposición e información relacionada con la Isla, incluso uno de ellos me localizó un medio potencial de transporte para llegar a la misma desde Guayaquil, pero sus conclusiones eran, algo así como ¿Y que quieres hacer allí?, hay muy poco que ver, no hay ni siquiera lugares para comer, además, el pueblo de Puná no es siquiera un pueblo bonito, más bien humilde y con pocas cosas con valor para que merezcan una visita…ah, por otra parte, cuidado, el río tiene “priratas” y te expones a tener un problema si no vas con alguien de confianza (como me comentó posteriormente el contacto de transporte potencial localizado, se trataba de ir con una lancha rápida para evitar los piratas ¿?), y como final, «no estás preparado para comer lo que te cocinen allí»..ufffff. En fin, descorazonador, aunque seguía en mi idea viajar hasta la Isla, si no era por río, al menos por tierra, para finalmente ver que había de cierto en ese desalentador pronóstico.

Tras hablar con el transporte recomendado me di cuenta que el viaje en si, por el río, y con barco privado, no distanciaba mucho de lo que sería un viaje turístico, que además, debía ser rápido para evitar peligros de los piratas potenciales, es decir, nada de aventura relajante con una barcaza fluvial, que, por otra parte, fui incapaz de contactar, así que me decidí por un viaje mixto tierra-barco.

Primero hasta  Posorja, con un Bus local y que en un poco más de 2 horas me dejó frente a la Isla (por cierto que según mis contactos, también Posorja era un lugar no muy recomendable).

Una vez allí, y sin previa coordinación, di un paseo para ver las opciones de traslado hasta la Isla, especialmente a su zona más abierta al océano, donde supuestamente deberíamos encontrar playas bonitas y manglares interesantes.

Tras un par de vueltas con un mototaxi local, el cual me dio un tour completo al pueblo, sus diferentes puertecitos, su fábrica de conservas, el mercado, etc. me decidí a comenzar mi investigación de opciones sobre transporte a la isla en un núcleo de embarcaciones que estaba cargando materiales para la isla. Los precios eran de cerca de 50$ para viaje individual o 4,5$ si quería ir como pasajero, el desembarco era la playa de Bellavista, desde donde se podría llegar a otras playas y al comienzo del manglar. Por supuesto, que mejor que unirse a un grupo y conocer a la genta, así que opté por lo segundo.

La suerte estaba de mi parte ya que una pequeña barca, con dos guías y otras cinco personas estaba a punto de partir, así que aceptaron un cliente más y desde ese momento me uní  a esa excursión casi familiar.

Manuel, con su pequeño bote me acercó hasta el que estaba ya partiendo para que me uniera al grupo.

La primera hora, para sorpresa de todos los integrantes, nos la pasamos viendo delfines tan cerca de la costa de Posorja que casi podían embarrancar en ella, también una gran cantidad de pelíkanos que forma parte de la población local, como debe ser en un puerto pesquero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una breve travesía, de no mas de 30 minutos terminó por dejarnos en la Playa de Bellavista, no sin antes pasar por unos islotes repletos de diferentes aves, pelíkanos y fragatas en su mayor parte.

En Bellavista una comida local sirvió para tomar fuerzas, mientras nos podíamos dar el primer baño en las lindas playas de Puná.

A partir de este punto nos adentramos por uno de los Manglares, hizo falta cerca de una hora hasta llegar al final del Manglar, avistando aves, lagartos e iguanas durante el recorrido, hasta la comunidad de Cauchiche, donde pudimos disfrutar de nuevo con unas playas magníficas y, oh sorpresa, en Puná no solo hay restaurantes, y bellísimas playas, también un par de lugares muy decentes y económicos para dormir (desde 5$ por persona y por 10$ hasta con agua caliente). La responsable, una amable lugareña, la Sra. Obdulia (Tel. 085790949) no solo se puede encargar de las reservas de la habitación, también de las comidas o excursiones a caballo por el interior de la isla o la visita a alguna de las muchas zonas camaroneras que hay, también por si se desea hacer una buena comida con camarones o pescado recien traido del océano y de las camaroneras. En todo momento, Francisco, nuestro guía y su ayudanto, se hicieron cargo de explicarnos todos los detalles de las comunidades, estilo de vida, proyectos etc. que resultaron muy interesantes e instructivos para comocer la forma de vida de la Isla que incluso conserva un idioma propio.

Todo ello aderezado con una pequeña aventura, en este caso el salvamento de un pobre burrito que había quedado bloqueado por el barro profundo dentro del manglar y que ni siquiera tenía fuerza para rebuznar, mucho menos para morder a sus salvadores a pesar que le tiramos hasta de las orjejas para poder llevarlo a la orilla…..ah, y un pequeño accidente ya que mi pobre iPhone murío ahogado en el salvamento, todo sea por una buena causa.

Al final, terminamos volviendo desde Cachiche, ahora acompañados por una familia local, ya que Francisco se quedo en su casa de la Isla. Una excelente puesta de sol sirvió como colofón a un día interesante.

Como siempre, la información no debe tomarse como 100% actualizada, es muy probable que hace tiempo esta Isla estuviera aislada totalmente y sin infraestructura, pero ahora merece la pena una excursión, eso si, nada que ver con el bullicio de la ciudad o de las zonas turísticas, más bien meditación, buenas playas, sol y marisco, y todo ello por un precio muy asequible, mi excursión, ida y vuelta desde Guayaquil, mototaxi, barco, comida y nuevos amigos, por menos de 25$.

En una cosa si tuve que darles la razón a mis nuevos amigos expertos de Guayaquil, no estaba preparado para su comida!

Ah, y para contactar con un excelente guía, con barco, relaciones interesantes y alquiler de lugar para dormir, os recomiendo a Francisco (tel. 097103462), aunque también tenéis excursiones organizadas  en  http://www.ecostravel.com/ecuador/tours/tour-isla-puna.php para aquellos que quieran un viaje más tranquilo y con menos aventuras e imprevistos.